Se miraron con complicidad, sabiendo exactamente lo que pasaba por la mente del otro como si lo estuvieran diciendo en voz alta.Aún así, sentían que todo entre ellos era delicado, frágil, como sujeto por unos hilos demasiado débiles, y en cualquier momento se podría derrumbar. Pero no esa noche. Esa noche era suya, tenía su nombre y apellidos, la habían reservado para los dos.
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